Paz, política y religión

Históricamente muchos cristianos y líderes cristianos han deseado, desean y seguirán deseando alcanzar el poder civil bajo el buen argumento de querer llevar al mundo los “principios de Dios”, la “convicción de pecado”, y últimamente para “proteger la familia y los valores” con la ley civil y desde la autoridad que ofrece el Estado, porque han creído erradamente que el púlpito de sus iglesias es insuficiente y poco eficaz al momento de llevar el mensaje de la Biblia y de Dios a las masas.

Evaluacion Cristiana

7/3/202111 min read

Desde los comienzos de la humanidad y con base en la religión, sistemas políticos han oprimido y esclavizado pueblos, invadido naciones y condenado a muerte a millones de personas. Y es por esta razón que la violencia del islam, el radicalismo budista y hinduista, entre otras que se ejerce en muchos países desde el poder civil o a través de fuerzas paramilitares como el Estado Islámico, no debería ser motivo de sorpresa para aquel mundo occidental, el cual fue precisamente originado por el sistema católico romano fundado en el poder político y militar del mismo imperio que precedió a Constantino.

La historia demuestra a lo largo de los últimos 5.000 años que, en el mundo entero, todos los procesos e ideologías religiosas con relativo éxito, terminan buscando el poder en la órbita civil como una manera de adoctrinar religiosamente a las masas. Lastimosamente el cristianismo protestante y evangélico tampoco ha sido la excepción.

Pero, ¿por qué cristianos e iglesias en su madurez tienden a hacer política?

Como está escrito, luego de conocer el perdón, la misericordia, milagros, y el amor redentor de Cristo, los cristianos e iglesias, con cierto grado de madurez, pasan a una etapa donde prevalece peligrosamente la razón sobre el Espíritu. Y es allí donde sus ojos se separan de su propia condición y debilidades para fijarlos en el pecado ajeno, y más específicamente en el pecado, oscuridad e incredulidad del mundo.

Muchos líderes empiezan a creer que el avivamiento y conversiones al cristianismo y del cual fueron testigos directos a lo largo de los años en sus iglesias o ministerios, se debe principalmente a ellos y a sus ‘virtudes’ desconociendo la sobrenaturalidad del toque de Dios en cada individuo. Históricamente los que ingresaron a la política desde la religión se han sentido responsables del éxito de su labor ministerial creyendo poder repetirlo en mundo.

Históricamente muchos cristianos y líderes cristianos han deseado, pero desean y seguirán deseando alcanzar el poder civil bajo el buen argumento de querer llevar al mundo los “principios de Dios”, la “convicción de pecado”, y últimamente para “proteger la familia y los valores” con la ley civil y desde la autoridad que ofrece el Estado, porque han creído erradamente que el púlpito de sus iglesias es insuficiente y poco eficaz al momento de llevar el mensaje de la Biblia y de Dios a las masas.

Del cristianismo original

Si bien toda la Palabra lo muestra, Jesús es quien marca una división entre la política y su evangelio, dado que éstas tienen funciones diferentes, históricamente muchos líderes, haciendo uso de su influencia religiosa, han incursionado en la política buscando el poder como un instrumento para una aparente evangelización más eficaz.

Llegan a creer que pueden adoctrinar religiosamente a las masas desde la autoridad institucional que se ejerce en la órbita civil. Nunca ha sido posible desde el poder civil cambiar las concepciones religiosas del individuo salvo con estrategias populistas basadas en el miedo o en los beneficios de estar bien con el poder dominante.

¿Qué dice la Biblia sobre los hombres de Dios en la política?

¿Pero un cristiano puede hacer política? Claro que sí. Los individuos de confesión cristiana pueden ir por vocación a la política, pero su incursión en el sistema civil y político no puede ejercerse desde la religión ya que genera confrontación al mensaje de salvación, y esa confrontación ideológica genera en los incrédulos rechazo hacia la ‘religión’ que irrumpe en el debate político. Recordemos que el verdadero problema de política y religión, en el mundo entero, ha sido el pretender el poder para someter pueblos a una religión, cuando esta última solo genera frutos en el espíritu cuando se recibe en la órbita moral del individuo y no producto de un mensaje recibido en el ejercicio público-político.

Los mejores ejemplos de hombres de Dios participando en el gobierno, para hablar de política en el poder ejecutivo, fueron José en Egipto, Moisés con el Faraón, Daniel en Babilonia o Esther en Persia. Todos ellos mostraron siempre un profundo respeto por las autoridades que regían y nunca trataron de someter a los incrédulos a la fé de Israel ni se aprovecharon del poder para hacer política proselitista ni para imponer una religión.

Los hombres de Dios nunca juzgaron el pecado o maldad de los reyes ni su condición moral o religiosa sino que con amor, mostraron al Señor y de una manera respetuosa guardaron reverencia a estas autoridades civiles tal como el mismo Cristo Jesús lo indicó y mostró cuando vino como hombre. La manera de llevar el evangelio es llevando amor y la luz de Cristo al individuo como lo hicieron en el sistema civil todos los hombres de Dios.

Profundo respeto a las autoridades y sistema civil independiente de la ideología política


Los cristianos que irrumpen con la Biblia para desafiar al sistema civil, casi siempre enrostrando el pecado del mundo, olvidan el respeto que desde Génesis hasta Apocalipsis pide Dios a sus hijos para con el gobierno o sistema político independiente de su condición moral.

En toda la palabra de Dios se observa el profundo respeto que Moisés tuvo con el faraón de Egipto, José con Potifar y posteriormente con el faraón, Jeremías y Daniel con el rey de Babilonia, Esdras con el de Persia, Jesús con Pilatos, Pablo con el sistema romano y su César, entre otros casos. En el caso de David, si bien fue rey del pueblo de Dios (nunca rey del sistema político del mundo), también exaltó el respeto pleno hacia una autoridad delegada por Dios y como en el caso de Saúl cuando dicho gobernante estaba entregado a su propia maldad.

En ningún caso se observa que ellos desafiaron dichas autoridades del mundo, ni les confrontaron su pecado enrostrando la palabra de Dios ¿Por qué? Básicamente, porque los hombres de Dios conocían muy bien el principio de autoridad delegada que en el mundo estableció el Señor para sus propósitos. No deberían olvidar las iglesias en política que esa delegación precisamente no fue dada a los cristianos (Lucas 4:6) hasta el fin de los tiempos cuando el Señor venga en poder y gloria (Apocalipsis).

En todos los casos bíblicos esos reyes y autoridades civiles se caracterizaban por su depravación, idolatría, corrupción, mentira, avaricia, lujuria, promiscuidad, homosexualidad, violencia entre otros. Incluso los reyes del pueblo de Dios (Crónicas y Reyes) y solo aquellos que alcanzaron la salvación proyectaban la autoridad del Señor sobre su pueblo.

Como claramente se detalla en el libro de Jeremías, todos los sistemas del espíritu de Babilonia en el mundo antiguo y actual continuarán hasta la llegada del Señor, Dios nos indica que debemos respetar a dichas autoridades independientemente que haya o no juicio sobre ellas por su maldad.

En el caso de Roma, como sistema político establecido y al cual Jesús mostró siempre respeto, todos los pecados estaban en su máximo nivel. Jesús vino al mundo en el momento más difícil, es decir cuando Satanás estaba en la plenitud de sus poderes y aun así el Señor respetó dicho sistema civil. Ni siquiera motivó a sus discípulos a la rebelión ni habló de la necesidad de que su iglesia derrocara a dicho sistema opresor.

Es más, habló de la necesidad de servir con la milla extra al soldado que lo pidiera, y ese soldado representa dicho sistema civil dominante. La milla extra que Jesús indica principalmente es para servir al sistema dominante para que conozcan al Señor desde nuestro servicio y amor. No es aceptable que alguien se atreva a decir que Jesús vino en un momento fácil o diferente al momento de mayor oscuridad de la humanidad. De ahí gran parte del valor de su gran victoria.


En los casos señalados, los hombres de Dios nunca cedieron o adoptaron el pecado del sistema del mundo ni lo avalaron. Pero sí respetaron al sistema político que en el mundo estaba establecido. Tampoco verán a ninguno de ellos tratar de evangelizar a las autoridades o llevar la ley de Dios. Desde el amor, mostraron el poder y la salvación del Señor. Sadrac, Mesac y Abed-nego muestran, en el libro de Daniel, el respeto hacia el rey y la forma decente como justificaron el por qué ellos desobedecían. Lo hicieron desde el amor y no desde la altivez del conocimiento sobre lo que es o no correcto.

Tampoco hay uno de ellos que irrumpa en el sistema político para llevar la Palabra de Dios desde el poder civil. Todos ellos sabían que la ley es imposible de cumplir y que si ellos vencían o estaban libres del pecado era por la gracia del Señor sobre ellos cuando decidieron obedecer su Palabra. En Romanos 8, entre otros apartes, se observa que es imposible cumplir la ley sin la gracia de Dios, gracia que proviene del Espíritu de Dios. Se desea cumplir la ley pero es el Señor quien finalmente facilita hacerlo. 

La voluntad y el querer cumplir la ley es importante pero nunca será suficiente. Si fuese suficiente la voluntad humana para cumplir la ley, el sacrificio de Jesús habría sido en vano, dice la Biblia, y la fe cristiana digna de lástima si se enfoca en solo el cumplimiento de ley para esta vida.

El juicio y el evangelio del miedo.

Por culpa de tanto religioso, que arropado en una hipócrita cristiandad usurpa el juicio del Señor, muchos en este mundo se han alejado del verdadero mensaje del amor de Dios y de la salvación que un Jesús resucitado dio desde la cruz a todos los que crean en él. (Juan 3, 17)

Muchos movimientos religiosos llevan a la sociedad secular el ‘evangelio del miedo y la condenación’ con base en apartes de las Escrituras, cuando estas indican que primero es llevar el amor y el perdón de Dios y mucho antes de que conozcan finalmente la ley y Palabra de Dios.

La Biblia enseña que primero el Señor salvó de la muerte a los israelitas, les mostró su poder y milagros mientras eran liberados del sistema de opresión y pecado que vivían en Egipto. Luego, cuando caminaron por el desierto, ellos conocieron la ley y sus mandatos. Es claro que primero es el amor, nunca el juicio en la evangelización. Posteriormente en la iglesia viene el conocimiento de la Palabra de Dios. Nunca al revés.

Olvidan los cristianos en política que para los incrédulos la Palabra de Dios y nuestra fe es locura y que ellos espiritualmente están muertos para entender.  De ahí los lazos de amor con los que Cristo Jesús atrae a las personas a él, no con el juicio ni con la ley.

La Biblia no se enrostra al incrédulo.


Jesús tampoco enrostró a incrédulos la ley o Palabra de Dios, sino les mostró su amor y salvación. Sin embargo, sí confrontó duramente a los fariseos y demás religiosos que posaban de virtuosos, recordándoles que él no vino a condenar al mundo sino a salvarlo (Juan, capítulo 12, v. 47).  Les recordó, y en toda su Palabra, que nadie cumplía la ley.

Adicional a lo anterior, la confrontación que sobre el pecado hace el Señor en toda su Palabra es dirigida siempre al pueblo que la conoce, es decir a los suyos, no a los incrédulos. Incluso en el libro de Jonás, el Señor concluye, diciéndole al profeta, que claro que tendría misericordia con Nínive mientras el profeta deseaba que el juicio que estaba sobre ellos se hiciese realidad para que fuesen castigados.

Como sabemos Jonás llevó juicio para arrepentimiento a Nínive, pero esta ciudad no representa al mundo ya que ellos conocían la ceniza del arrepentimiento (ayuno, cilicio y ceniza como en el libro de Daniel) independientemente de que en ese momento estaban entregados al pecado y se habían perdidos de la fe verdadera. No obstante, Jonás representa a los sistemas religiosos cristianos que, aun conociendo la salvación de Cristo, desean el castigo y juicio sobre el prójimo.

Familia y los valores


Ahora bien, el discurso de los cristianos en política siempre ha sido la familia y los valores, pero ignoran, a veces inconscientemente, que si defender la familia y los valores dependiera de leyes y política la sociedad hubiese sido perfecta desde el nacimiento de la civilización occidental. 


La falta de profundidad en este tema queda en evidencia cuando aquellos que hablan del deterioro de los valores de la familia, no tienen la capacidad de identificar una época en la historia de la humanidad dónde ésta se caracterizó por vivir dichos valores de manera significativa, porque nunca ha existido dicha época. Basta conocer la historia o la Palabra de Dios para comprobarlo. 

Desde su desconocmiento histórico, llevan discursos sobre recuperar o volver a los supuestos valores tradicionales de la familia que para ellos se han perdido, ocultando al incauto religioso que dichos valores nunca se han cumplido. Dan a entender que en el pasado la familia vivía en los valores, que para ellos: hoy se han desvanecido.

La crítica al sistema o gobierno civil

Nada coherente es ver líderes cristianos incitando al irrespeto o rebelión del pueblo en contra del gobierno de turno, o pastores y sacerdotes haciendo oposición política. Su peligrosa incoherencia se evidencia cuando sus propias versiones de la Biblia les ordena respeto y sometimiento a las autoridades civiles establecidas, independientemente de la condición moral o ideología religiosa de estas últimas. (Romanos, capítulo 13)

Amnistías del sistema civil

Tampoco responden a los dictados de Jesús aquellos líderes espirituales que desconocen la grandeza moral y ética de las amnistías a criminales, o descalifican el perdón o los mecanismos de justicia transicional y excepcional para la reincorporación de terroristas a la vida civil. En Colombia algunos ‘cristianos’ atacaron los legítimos esfuerzos que la sociedad civil hace a través de las instituciones democráticamente establecidas para alcanzar algo de paz para sus cruentos y múltiples conflictos.

Es entendible que un ciudadano ateo o de otra religión ataque los procesos de paz de la sociedad civil, en cabeza de sus gobiernos, pero nunca aceptable un ataque proveniente de un cristiano porque su credo profesa exactamente eso, es decir el perdón y la suspensión temporal del peso de la ley.

¿Por qué un cristiano no es mejor que un incrédulo según la Palabra de Dios?

Cuando los cristianos entran a hacer política lo hacen desde un falso convencimiento en cuanto a que ellos son mejores que los incrédulos. En varios apartes de la Biblia, incluyendo Éxodo, Deuteronomio, Salmos y el nuevo Testamento, el Señor siempre recuerda la maldad de su propio pueblo y que, si bien conoce la salvación que ofrece, siempre caen y caen en el pecado cuando se apartan de él. Es por su incapacidad para cumplir la ley que la salvación es un regalo inmerecido para el pueblo de Dios y para ese mundo que necesita le sea llevado el evangelio, un evangelio desde el amor. Porque es el amor de Cristo la buena nueva.

Tratar, desde la política, de que la sociedad cumpla la ley de Dios por sí misma, es dar a entender que el hombre puede cumplir la ley y no necesita de Cristo para ello. Algo totalmente contrario a la Palabra de Dios.   Romanos capítulo 8 es claro, entre otros, recordando a los cristianos que por ser imposible cumplir la ley, Cristo murió en la cruz y resucitó.  El que el hombre cumpla la ley es también por misericordia. Hay voluntad para cumplirla, claro, pero finalmente el Señor es quién por su gracia le facilita al hombre no caer en pecado. De ahí la necesidad de caminar en el Espíritu de Dios diariamente, y pedir ser librado de la tentación como Jesús nos recomendó en Mateo 6:13.

Entonces si los cristianos no se pueden jactar de absolutamente nada, tan solo de que Cristo está en ellos, ¿cómo es posible que posen de virtuosos ante el mundo exigiéndoles a los ciudadanos o incrédulos que cumplan la ley?

Confrontar al mundo con el pecado o la ley de Dios no hace más que alejar de Cristo a las personas, y provocar que los incrédulos blasfemen el santo nombre del Santo de los santos.


“Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.” Romanos 2:23-24